Me considero profundamente español, orgulloso además de serlo, pero no de esos españoles fascistosos, sino de los que adoran un país tan rico en historia y tradiciones como éste que habito. Déjenme que les cuente algo: el 10 de Agosto de 1557 tuvo lugar una colosal batalla en la ciudad francesa San Quintín (si, de aquí viene la expresión de “se va a armar la de San Quintín”) en dicha batalla las tropas españolas dirigidas por el Duque de Saboya destrozaron a los de la flor de Lis. Felipe II de España derrotaba una vez más a Enrique II, el rey francés de los Capetos y con la conquista de esta plaza fuerte de la Picardía, España se quedaba casi a las puertas de Paris.
Esto en realidad es solo un ejemplo de la rivalidad tradicional de la que disfrutábamos franceses y españoles. Señores, a la sífilis en España la hemos llamado hasta hace 2 telediarios (noticieros en el español latinoamericano) “el mal Francés” y los franceses decían hasta hace nada que “África comenzaba en los Pirineos”. Casi 2000 años peleándonos no se olvidan fácilmente y es que Francia y España han comenzado a convivir hace muy pocos años.
Pero mucho me temo que en esta ocasión no tocan mamporros contra los Franceses: hace 10 días nos han atacado, y creo que ese “nos” refiriéndome a Paris como “nos”, muestra que algo dentro de nosotros ha cambiado. Les prometo que desde hace 10 días me gusta el acento francés, les aseguro que hasta hace 10 días podía defender en cualquier foro que Madrid, Toledo, Barcelona e incluso Valladolid, podían competir contra Paris, por el título de la ciudad más bonita de Europa. Desde hace 10 días me sorprendo cada mañana desayunando croissant en vez de porras y churros.
Señores, les invito a pelear, si, a pelear, pero no a garrotazos como en San Quintín, sino con nuestras armas pacíficas: “Recomienden Paris”, “Visiten Paris”. Piensen que cada vez que transmitamos desconfianza para viajar allí, que cada vez que pongamos en duda la seguridad de Paris, los 7 milímetros de las Kaláshnikov se habrán cobrado una nueva víctima. Esa es nuestra batalla y ésa la debemos y la sabemos ganar.
Hay que predicar con el ejemplo: He cambiado el regreso del viaje anual con mi familia, vamos a pasar dos noches en Paris. Y vamos a ir a cenar al restaurante Petit Cambodge no para poner flores, ni para ver los agujeros de las balas, sino para probar su Tournedo rossini y su Ratatouille, porque sí, desde hace 10 días, he descubierto que también me gusta la cocina francesa. Y por la noche, dejare a mis sobrinos durmiendo y me iré a tomar una copa a Bataclan, si lo han reabierto, que espero que sí, e iré porque es el mejor bar de copas de todo Paris, y si no lo es… ¡a quien le importa…¡ , iré porque esta batalla… La vamos a ganar.
Para el final un simple: “Paris je t´aime”, “Paris, eres la ciudad más bonita del mundo” y créanme si lo dice un español, vale doble.

Un saludo

Alejandro de la Osa – Director Comercial