Para nosotros (Europamundo) como empresa, es un orgullo que nuestro equipo elija pasar sus vacaciones disfrutando de alguno de nuestros circuitos. Un orgullo y una gran oportunidad para que ellos conozcan de primera mano los servicios que ofrecemos a nuestros viajeros. Es bonito diseñar sueños…y más bonito aún ver cómo tu equipo hace realidad sus propios sueños…Gracias por dejarnos soñar contigo Natacha.
Mi nombre es Natacha y trabajo en el Departamento de Operaciones de Europamundo. Nací en Argentina y hace casi dos años, después de recorrer varios países y vivir en otros, decidí dejar de dar vueltas e instalarme en Madrid, la primera ciudad a la que llegué a Europa, y que me enamoró profundamente. Por esas lindas casualidades, cuatro años después me volví a enamorar en el mismo lugar, pero esta vez no solo de la ciudad.
Y acá me quedé, en Madrid, enamorada de la vida, y soy tan afortunada que al poco tiempo empecé a trabajar en la oficina de Europamundo. Comencé al inicio de la temporada alta, y después de mucho trabajo, en noviembre me llegaron mis merecidas vacaciones, y quise experimentar lo que nuestros pasajeros. Quería sentir lo que era estar del otro lado, y con mi pareja que siempre me acompaña, lo hicimos.
Llegamos a Bruselas un viernes desde Madrid, ese día lo hicimos por nuestra cuenta, recorrimos la ciudad de noche, fuimos por unas cervezas a esos bares tan animados que caracterizan a esta ciudad, caminamos por sus calles, por su plaza principal, probamos chocolates deliciosos y nos enamoramos de la ciudad. Al día siguiente, después de descansar, viajamos en tren hacia Brujas para encontrarnos con quien iba a ser nuestro guía y su grupo, nuestro grupo.
Brujas es uno de esos pueblitos que simplemente te dejan encantado, donde te sentís que estás dentro de un cuento, y que, en cuanto menos te lo esperes un hada pasa volando a tu lado.
Hacía mucho frío y aprovechamos la oportunidad para sentarnos a tomar un chocolate caliente en una de sus pintorescas chocolaterías, en donde nos ubicamos estratégicamente en el escaparate, para poder ver qué pasaba en el exterior, no queríamos perdernos ni un minuto de ese cuento, tomar chocolate caliente mientras ves pasar carruajes con gente de otra época, no es algo que pase todos los días
Luego de recorrer el pueblo, fuimos al encuentro de nuestro guía, a quien no conocíamos aún. Frank un alocado, cariñoso y buen preparado francés nos recibió con los brazos abiertos para hacernos un lugarcito en su ya formado grupo, en el que tardamos no más de dos palabras en pasar a formar parte. Hablamos un ratito con él y llego la hora de, para nosotros, regresar a Bruselas, ya que el grupo venía de París.Llegamos al hotel de noche y el guía nos recomendó ir al centro de la ciudad, que personalmente considero que es el momento con más vida y espíritu que tiene Bruselas. Pero al final decidimos cenar algo cerca del hotel e irnos a dormir temprano, tengo que admitir que dudamos mucho sobre ir o no nuevamente por una cerveza, porque llegar hasta el centro era muy fácil y rápido, el hotel tenía una ubicación fantástica en un lugar muy tranquilo, perfecto para poder descansar bien y seguir al otro día con toda la energía que necesitábamos.
Al día siguiente con todas las energías recargadas recorrimos Bruselas, primero en bus donde nuestro guía, ya que nos portábamos tan bien como grupo y siempre volvíamos a tiempo, nos regaló la visita al famosísimo “Atomium”, donde todos nos sacamos las mejores fotos para Instagram.
Luego de recorrer la ciudad a pie y tener nuestro tiempo para comer y pasear a nuestro aire, emprendimos rumbo hacia la tan ansiada capital de los Países Bajos, Ámsterdam.
Antes de llegar a la capital, ya en tierra holandesa, paramos en un pueblo llamado Delft, como la gran mayoría fui con todas mis expectativas puestas en la famosa Ámsterdam, pero Delft me dejo sin aliento, con sus canales, sus queserías y sus artesanías donde no pueden faltar su cerámica con decoraciones azules y los típicos suecos de madera, del tamaño que busques.
En esta ciudad universitaria, merendamos en un bar lleno de estudiantes, el lugar tenia grandes ventanales con vistas al canal mayor. Nos ubicamos junto a ellos y disfrutamos un bizcocho típico de la zona, tomamos el café más sabroso que había tomado nunca… Entre charlas y café, mi cabeza viajó por el resto de los lugares donde nunca había estado, y que deseaba con todas mis fuerzas visitar. Viajar te abre la mente y el corazón.
Después de soñar despiertos en ese bar, caminamos por esas callejuelas llenas de flores, pequeños bares, canales y bicicletas de todos los colores. Debo confesar y sin exagerar, que aquella fue la tarde más romántica de mi vida, junto a mi pareja y en aquel pueblito de Países Bajos al que nunca imaginé conocer, y al que volvería una y mil veces. En nuestro camino de vuelta al autocar nos cruzamos con algunos de nuestros compañeros de viaje. Recuerdo muy bien a un chico que viajaba solo, Jorge, argentino también, comenzamos nuestra amistad pidiéndole que nos haga una foto, pero eso no nos bastó y al llegar a Ámsterdam nos fuimos los tres a cenar, nos contamos anécdotas, nos reímos y nos emocionamos, como si nos conociéramos de toda la vida y así como con él, muchas otras personas del grupo hicieron de nuestro viaje, uno muy especial.
Al día siguiente y el último para nosotros con este maravilloso grupo, recorrimos la gran y esperada Ámsterdam, nos acompañó una guía del lugar que no solo sabía muchísimo de historia, también nos contó particularidades de la ciudad, el país y sobre los holandeses que, como ella, son gente muy abierta y amorosa. Nos llevó a lugares como el mercado de las flores, donde por fin pude ver esas bellas flores que tanto representan a este país, los tulipanes, de todos los colores y por todos lados. Afuera estaba lloviendo, como generalmente está el clima en Ámsterdam, pero no importaba porque esos colores a tu alrededor te hacían olvidar del frío y la humedad.
Más tarde decidimos con mi pareja sumarnos a la excursión opcional hacia los pueblos de Marken y Volendam, otro consejo y decisión acertada del guía. Los pueblitos en este viaje fueron la estrella.
Después de pasear por Marken, un pequeño pueblo pesquero, fuimos a conocer una quesería donde fabrican el famosísimo y exquisito queso Gouda, nos enseñaron cómo lo preparan, e hicimos una degustación, fue imposible no traernos algunos a casa.
Como último destino llegamos a Volendam, un pueblo a orillas del lago Markermeer, al noreste de Ámsterdam. La paz reina en ese lugar, y sin duda la buena comida, comimos en el restaurante que nos recomendó el guía, nos trajeron la comida al instante, y eso nos permitió no perder ni un minuto para seguir disfrutando del lugar. De todas maneras, nuestro tiempo en el restaurante se alargó más de lo pensado, cuando estábamos pagando empezamos a charlar con un señor muy mayor, que hablaba un poco de español, y que resultó ser el dueño del lugar. Entre chupito y chupito, nos contó los orígenes del pueblo, una persona hermosa más, que fue parte de este bello viaje y que gracias a sus chupitos y a sus historias, se hizo mucho más cálida esa bella tarde de invierno junto al lago.
Y así, con el regreso a Ámsterdam, se nos fue el último día con el grupo, triste por ser el último, pero muy feliz por todo lo vivido y por ver en primera persona como los sueños se hacen realidad. Que acá estamos para cumplírselo a todos los que se animen a subir a este barco que es Europamundo.
¡Gracias Natacha! Sin duda alguna con el relato de tu Experiencia Europamundo nos has hecho viajar a estos lugares maravillosos. Amigos y amigas viajeras pasaros por Europamundo Photos [www.europamundophotos.com] ¡y seguid disfrutando del viaje de Natacha a través de sus fotos!
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